domingo, 27 de noviembre de 2011

Ahora ya no vale


¿Será que cuando aprietan las circunstancias ya no valen los ideales? Los años fuertes del zapaterismo nos han deparado bochornosas escenas protagonizadas por los miembros y las "miembras" de una clase política obsesionada con regularnos la vida hasta extremos insoportables. Desde los toros al tabaco, pasando por las formas de hablar, la composición de la dirección de una empresa, los alimentos que ingerimos, la velocidad, la temperatura de los edificios o la desigualdad manifiesta ante la Ley para beneficio de una parte de la sociedad. Ahora, tras la debacle electoral, toca buscar la a los mejores; ¿sin cuotas de igualdad?, ¿sin cuotas para jóvenes?. No, ahora tienen que salir del marasmo en que se han metido y para ello no sirve el idealismo ni la política de confrontación; ahora no vale la alianza de civilizaciones, la memoria histórica o la discriminación positiva; no, ahora hay que buscar a personas eficaces, sean hombres o mujeres, jóvenes o viejos, blancos o negros, eso no importa porque les va el futuro y la subsistencia en ello.
¿Y cómo queda una sociedad hastiada de tanta ideología de trazo grueso cuando son precisamente quienes promovieron estas políticas los que ahora se desdicen en tanto les aprieta el zapato? Uno que ha sufrido en propias carnes alguna de estas disposiciones injustas y falsamente igualitarias se queda absolutamente atónito ante tamaña desfachatez y no dejo de preguntarme si alguna vez la clase política entenderá que gobernar es tan sencillo y, al mismo tiempo tan difícil, como aplicar el sentido común a todas las decisiones que se tomen, siempre por encima del interés particular de un partido y por el bien de la sociedad en su conjunto.

martes, 15 de noviembre de 2011

Manhattan: el libro.


"De algún modo siempre encuentro en Richard Estes los lugares que más me gustan de la ciudad, los que impremeditadamente se han ido vinculando a mi vida, los lugares y los tonos exactos de la luz, el agua herrumbrosa del Hudson en un muelle al atardecer, el sol en la mañana de domingo, el rojo profundo de los letreros luminosos al fondo de una calle oscura".
¿Cómo describiría mi vida en Manhattan? ¿cómo abarcar un universo tan enorme y poliédrico?, ¿cómo bajar a los minúsculos destellos de pequeñas vidas que sin descanso hormiguean por las aceras de la Quinta avenida? ¿cómo recordar los colosos hundidos y la tragedia que arrastraron?
Ventanas de Manhattan es la respuesta. No sé si otra ciudad daría para escribir cerca de 400 páginas en las que late sin pausa el impulso de una sociedad que siempre busca ir más allá. Cierto que muchos quedan abandonados en el camino, que no hay posibilidad de agarrarse a un girón de esperanza, pero tampoco es menos cierto que son muchos los que hacen de Nueva York una orbe que se alimenta de sí mismo. Imagino mi visión de la ciudad si pudiera aparecer, sin solución de continuidad, en el mismísimo Times Square, frente al Flatiron o junto al puente de Brooklin; sería algo similar a la que tuve en la Plaza de Carlos V cuando dejé la Estación de Atocha: estupor y, acto seguido, la sensación de entrar en un torbellino de estímulos que incluso llegan a agotar. Manhattan es, de la mano de Muñoz Molina, un escenario vivo y sin telón, donde se representan una cantidad desmesurada de escenas que no son más que muchos de nuestros añorados sueños.
Hooper, Parker, Allen.... el Village, el Metropolitan... o el St. Nick´s: "El ritmo sincopado del bebop y del tap dance es el pulso natural de Manhattan".