lunes, 11 de marzo de 2013

Los entendidos



Ya que se acerca mi querida semana santa, procede comenzar una serie de opiniones sobre el mundillo que la rodea y la hace tan especial y única. Y qué mejor manera que describiendo a algún espécimen de los que sientan cátedra.
Se han desarrollado poco a poco, con el tiempo. No ha sido una oleada imparable, sino que se han ido situando silenciosamente entre lo más granado del gusto y de la moda. Son los nuevos entendidos cofrades. Hace años entró con fuerza un grupo cofrade que presumía de memorizar marchas procesionales, conocer los nombres de los capataces más afamados o saberse al dedillo el despiece del palio de la sevillana Virgen del Patrocinio. Eran los llamados "kofrades", término que acuñó el periodista Carlos Colón en sus artículos en EL PAÍS. La obsesión por conocer y memorizar el dato más estúpido, por poseer cualquier elemento coleccionable semanasantero o por despotricar (ejercicio habitual del cofrade) de todo lo que no se parezca a su modelo sevillano.
En cambio, el nuevo cofrade entendido es más sutil. No se sube al carro de las cornetas ni se coloca costales de colores sobre su cabeza. El entendido pontifica sin dejar lugar a la discusión, porque todo lo que dice es ley. Su gusto es selecto y sublime y lo que quede fuera de los parámetros que establezca será considerado soez, enquistado y cateto. Gusta de hermandades de negro o similares, que marchan al ritmo de marchas fúnebres entre cirios de color tiniebla y que tienen entre su itinerario el hito catedralicio. Ahora nos dicen el recorrido que hemos de hacer, la marcha que ha de sonar o incluso la velocidad a la que tenemos que caminar. Si no, no hacemos estación de penitencia.
Se han convertido en lo políticamente correcto del territorio cofrade, son quienes diseñan la “nueva” semana santa y convierten en anatema toda discrepancia. Dividen a las cofradías entre “elegantes” y “catetas”, siendo estas últimas las que consideran paradigma del “cordobesismo rancio” y demodé, aunque sean las más seguidas por el cofrade local, pero…. no llevan el corte adecuado de la túnica, ni los pasos guardan las proporciones que desearían, la flor no es la correcta, las marchas son demasiado ruidosas, los cirios parecen baratos, el incienso les huele mal y, pardiez, no van a la Catedral.
Si los “kofrades” pecaban de estridentes, a estos nuevos entendidos no se les ve venir con tanta claridad; están copando las atalayas mediáticas, desde pregones a páginas escritas y marcan el paso de lo conveniente, con su superioridad moral y desprecio a todo lo que no sea exquisito y elitista. No digo que yerren en todas sus apreciaciones, ni que incluso pueda estar de acuerdo con algún matiz, pero, cuidado, no se dejen engatusar y convirtamos la semana santa en un ilustre y elegante cadáver.

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